Ese movimiento formaría parte de la búsqueda de una respuesta por parte de los fabricantes de automóviles a los cambios e incertidumbres a los que está expuesto el sector. Además de a los inherentes riesgos del componente cíclico de la industria del automóvil, cada vez está más expuesto a los riesgos de unas políticas regulatorias más agresivas e intervencionistas en el sector, escudadas en el problema del cambio climático y en la tan de moda “transición ecológica”. Esto hace que de un tiempo a esta parte el sector se vea inmerso en mayores incertidumbres que hacen imposible marcar políticas y estrategias de futuro sin estar asumiendo una prima de riesgo mayor en ellas de lo que era habitual en sus planes de desarrollo hasta hace poco. Hace unos años la apuesta por el Diésel parecía firme y decidida y así se la vendieron a la gente, sin embargo hoy en día, el Diésel es el gran damnificado de las nuevas políticas regulatorias que han sacrificado esa tecnología en pro del motor eléctrico. ¿Pero que asegura que pasado un tiempo no se le encienda la bombilla de nuevo a los que determinan el rumbo y se deje de presionar tanto para instaurar el coche eléctrico? Porque por mucho que se vendan las bondades del coche eléctrico, lo cierto es que detrás de este a poco que se escarbe se pueden encontrar desde los problemas que genera la obtención de las principales materias primas que componen las baterias (cobalto, niquel, …), sin contar con que la capacidad de procucción de baterías es todavía limitada e insuficiente en caso de que la demanda del coche eléctrico despegara de verdad, hasta los riesgos de estas para el medio ambiente cuando su volumen llegue a ser importante de verdad ante la falta de programas realistas y tangibles para su total reciclaje. Todo ello sin olvidar que por ejemplo en España, si de verdad se llevara a cabo la tan cacareada transición ecológica en el automóvil, la red eléctrica española, a pesar de lo que digan, no estaría preparada ni en producción ni en distribución para asumir la demanda. No sin asumir riesgos de importantes aumentos de precio en la producción y de mayor riesgo de cortes en la distribución ante picos de demanda doméstica (cada usuario cargaría su vehículo en su red doméstica y la red doméstica no está actualmente preparada para soportar incrementos de demanda como los que un crecimiento exponencial en la implantación del coche eléctrico supondría).
¿Que puede pasar cuando a alguna cabeza pensante de las que hablan al oído del baranda de turno caiga en alguna de estas cuestiones mande hacer números y no le salgan las cuentas?
Que una vez mas y haciendo lo que siempre hacen los políticos salgan con aquello de “donde dije digo …” y levanten el pie en la presión para fomentar el vehículo eléctrico. Y hasta es posible que los nuevos desarrollos del motor de combustión fósil (que los hay) empiecen a ser vistos con otros ojos y el diésel ya no sea “el motivo del fin del mundo”.
A todo esto se le puede sumar un cambio derivado de la evolución generacional y demográfica, del que no se suele hablar pero que puede tener mas repercusión de la que se cree para los fabricantes de automóviles. Y es que cada vez hay menos jóvenes, con lo cual la tasa de reposición de conductores es menor y además de ser menos el interés de estos por ser conductores de un vehículo ha disminuido drásticamente dejando de ser una prioridad el hecho de poseer un carnet de conducir. El cambio de hábitos de los jóvenes en materia de transporte y movilidad ha hecho que las nuevas generaciones ya no vean como prioridad el poseer y conducir su propio coche, hasta el punto de que en los últimos 10 años el número de permisos concedidos ha disminuido en mas del 50%.
Todos los nuevos diseños de habitabilidad, sostenibilidad y conciliación de la vida para las nuevas ciudades llevan incluidos la recuperación de la prioridad del peatón frente al vehículo y el impulso de los medios de transporte colectivos y/o compartidos, con lo cual el ahora normal utilitario personal y privado deja de tener la preponderancia actual en favor de aquellos.
Así que con todo esto en cola a los fabricantes de automóviles no les queda otra que reinventarse y buscar nuevos nichos de negocio. No obstante, personalmente creo que el sector puede vivir aun momentos de esplendor en cuanto a nuevos logros económicos, pero también creo que puede tener por delante, pensando en el medio y largo plazo, importantes vientos en contra que hagan tambalearse la industria. Quién sabe …
Un saludo.