Mi profesor de Yoga, Ramiro Calle, nos hablaba a veces de los renunciantes, los Sadus de la India.
Como su nombre indica, renuncian a todo, se dedican a meditar y practicar yoga y comen a partir de las limosnas que les da la gente.
No son simples mendigos o vagos, aunque hay muchos farsantes que solo quieren vivir de la sopa boba.
Pero también hay auténticos Sadus que son coherentes con el estilo de vida que han elegido.
Uno de ellos fue amigo de Ramiro, se llamaba Babaji Sivananda, se pasaba el tiempo haciendo yoga, era un auténtico renunciante.
Y se le veía muy feliz siempre.
Observad la expresión de alegría desbordante que se observa en ambos, pareciesen dos chiquillos que se han pasado la tarde jugando.
Yo no tengo madera de renunciante, soy un urbanita acomodado, me gusta mi cama, me gusta ducharme con agua caliente, me gusta toda esa comodidad…Necesito el maldito dinero, no sabría vivir sin dinero.
Pero a veces, en lo más profundo de mi ser, fantaseo con la posibilidad de poder vivir sin el cochino dinero, siendo realmente libre.
En la India, los Sadus son una institución, no se les considera vagos y algunos son venerados como santos vivientes, de hecho, pueden viajar gratis en todos los transportes públicos.
Solo son dueños de la ropa que llevan, nada más.