Suscribo lo que dice Luis. Aunque a partir de cierto punto cada botella es una lotería. Algunos de los vinos más viejos que he bebido (que no pagado) estaban entre lo mejor que he probado.
Pontet-Canet 1959, en una memorable cena en la bodega:
Esto lo llevé yo a una cena de esas de “trae tu propia botella”, en otra bodega de Burdeos al año siguiente. Es un Rioja Alta 904 de 1964 (que me costó solamente 20 €, sacado de la bodega de alguien que ya no podía beber vino a través de un amigo mío, espero que no fuera @Luissb).
Esto, aunque no se vea la etiqueta, es un Marqués de Riscal Reserva de 1955. La verdad es que éste estaba ya un poco pocho, todavía bebible, pero cayéndose. Me comentaron que otras botellas estaban muy bien y algunas muertas. Fue en una cena en la bodega, salieron del botellero, pero incluso en esas condiciones cada vino y cada botella es un mundo.
Aquí no se ve la añada, es un Viña Tondonia Blanco 1968. También del botellero de la bodega.
Y luego hay cosas que son indestructibles, como algunos oportos (más indestructibles aún son los madeira). Esto fue una cata de cortesía que nos hicieron a los jueces de un concurso internacional al que solía ir a juzgar.
También he probado una cucharadita (literalmente, cosas de Pitu Roca) de un jerez del s. XIX. Era una bota que tenía González-Byass, no se sabe exactamente de cuando es, pero lo llamaron “Trafalgar” porque hasta donde la analítica permitía calcularon que debía ser de por aquellos años. Ése ya tenía un toquecillo de vinagre, pero no era desagradable.
Perdón por el tostón de fotos, es que me ha entrado la morriña, me he puesto a repasar el archivo y no me he podido resistir.