Te lo copio entero
La batalla por el sistema de pagos global está en marcha
Algunos europeos están mirando hacia la próxima contienda geoeconómica
«Es imperativo que el BCE introduzca un euro digital», declaró Philip Lane, economista jefe del Banco Central Europeo, en un discurso reciente . A principios del mes pasado, Paschal Donohoe, presidente del Eurogrupo de ministros de finanzas, habló de una «mayor urgencia» para avanzar hacia una moneda digital. ¡Presten atención! Estas declaraciones demuestran que, aunque los aranceles de Donald Trump acaparan la mayor parte de la atención de Europa, algunos europeos están atentos al próximo frente geoeconómico: el impulso de Estados Unidos para consolidar su dominio en los pagos internacionales.
Tienen razón en estar preocupados. Entre la avalancha de órdenes ejecutivas de Trump se encuentra una que promueve el uso mundial de “monedas estables” emitidas privadamente y denominadas en dólares estadounidenses. Hay motivos para esperar que la respalde con fuerza. Su administración está repleta de personas profundamente involucradas en el negocio de la tecnología de pagos, como Elon Musk (quien primero triunfó con PayPal) y Howard Lutnick (quien tiene vínculos con el emisor de la moneda estable Tether). Puede que estos disruptores no estén de acuerdo con la antigua élite gobernante en muchos aspectos, pero coinciden en el poder y las ganancias que se obtendrán al mantener el control estadounidense sobre los pagos globales.
Ese sistema está a punto de experimentar un gran cambio, tanto por razones políticas como tecnológicas. La instrumentalización del sistema financiero basado en el dólar —nótese cómo Estados Unidos ha cortado el acceso de sus adversarios a la mensajería Swift para transferencias bancarias— ha impulsado la búsqueda de alternativas. Entre las ideas se incluye un sistema monetario y de pagos gestionado por y para los países BRICS. Tecnologías como las monedas estables ofrecen una alternativa instantánea, económica y 24/7 al legado costoso, lento y engorroso de la banca corresponsal.
Así pues, la lucha por el dominio del futuro sistema de pagos ha comenzado, y Estados Unidos quiere ganar. Puede que el público europeo en general lo ignore. Pero los responsables de la eurozona también están decididos a que la UE no debe perder esta batalla por el control tecnológico de la economía. Esta es la motivación fundamental del euro digital: una moneda digital oficial emitida por el banco central que, si se implementa con la suficiente rapidez y eficacia, rivalizará o incluso superará el atractivo de las monedas estables del dólar.
Sin ella, Europa se enfrenta a peligros que conocemos desde hace tiempo, desde la fallida propuesta de Facebook en 2019 para su moneda electrónica «Libra». Incluso antes de eso, Europa descubrió que, cuando Trump impuso sanciones a Irán, no podía actuar de forma autónoma debido a la gran dificultad para procesar pagos comerciales sin bancos con presencia en Estados Unidos.
Lo cierto es que la eurozona ya depende de forma alarmante de los mecanismos de pago estadounidenses. Según el BCE, aproximadamente dos tercios de los pagos con tarjeta en la eurozona son procesados por proveedores de tarjetas no europeos; 13 de los 20 países que utilizan el euro no cuentan con sistemas nacionales de pago con tarjeta. En esos casos, «cuando vas a comprar leche, usas efectivo [físico] o Visa/Mastercard», como lo expresó un banquero central europeo. Esta dependencia se refleja en la rápida difusión de las aplicaciones móviles.
Si las monedas estables estadounidenses se generalizan, el riesgo final es la «dolarización digital», donde las plataformas de venta incentivan a compradores y vendedores a fijar precios, realizar transacciones y mantener saldos en dichas monedas. Esto socava el control del banco central sobre las condiciones monetarias nacionales.
Todo esto es ignorado por quienes menosprecian el proyecto del euro digital como una solución en busca de un problema. Pero todo indica que sus filas están disminuyendo. Hasta ahora, el proyecto del euro digital es defensivo, pues la necesidad es la madre de la invención, pero es bienvenido. Sin embargo, también es necesario reconocer los argumentos positivos a favor del euro digital. Uno de ellos es la simple idea de que si una tecnología de pago digital nacional, prácticamente gratuita, puede reemplazar a los proveedores de pagos extranjeros que cobran comisiones, equivaldría a eliminar un impuesto a las transacciones sobre la actividad económica en y con la eurozona.
Otra posibilidad es que un euro digital pueda competir con las monedas estables del dólar en el comercio internacional. El BCE ya está estudiando cómo vincularlo con monedas distintas del euro. Pero debe ir más allá. El modelo minorista que se contempla actualmente, con un límite de miles de dólares en la cantidad que se puede almacenar en las billeteras digitales de euros (para evitar que los usuarios abandonen sus bancos), no satisfará la necesidad empresarial de facilitar los pagos a lo largo de las cadenas de suministro transfronterizas, por ejemplo.
Pero el beneficio más importante es que una infraestructura digital para contratos digitales automatizados —vías de pago cuya seguridad está garantizada por el banco central— crea una economía tecnológica completamente nueva. Compárese con la forma en que los teléfonos inteligentes dieron origen a la economía de las aplicaciones. Más allá de la autonomía, esta es una oportunidad para que Europa compense su retraso en innovación tecnológica. Ha llegado el momento de un euro digital.